Consiste en adentrarse a las selvas para vivir un mundo con alma de ciencia.
Todo está sustentado en mirar con
paciencia, pero no se descarta, dependiendo del lugar, que el viajero
pueda ver de cerca cómo se aplica una técnica de rastreo para seguir el
camino de un felino o descubrir algunas facetas muy particulares del
comportamiento de un mono o un colibrí. Por eso, cuando se va al bosque a
entender por qué un ave, un tití o un jaguar vive allí, y no en la
ciudad, se habla de etoturismo, una opción que nos muestra la selva, los
humedales o un arrecife con enfoque científico, solo para comprender
cuál es la función que cada uno cumple en el planeta.
La caminata para encontrar al oso de
anteojos de Chingaza avanzó como una procesión en pleno páramo, a 4.000
metros de altura. Dieciséis personas caminábamos dentro de un bosque de
encenillos, robles y arrayanes en busca de este mamífero, tan fuerte
como un tractor.
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